Muy
a menudo las personas que padecen diabetes tipo 2 consiguen controlar
la enfermedad a base de una buena dieta, algo de ejercicio y
medicamentos orales, sin necesidad de tener que recurrir a la temida
insulina. Otras veces, por mucho esfuerzo que se haga, mantener la
glucosa en los niveles que nos gustaría se vuelve una misión imposible.
Para
asegurarnos de que tenemos la enfermedad a raya es fundamental
comprobar cuáles son nuestros valores de glucosa a diario. Sin embargo,
también existen algunos signos que pueden alertarnos de que nuestro
organismo se está resintiendo por un mal control de la enfermedad. ¿Los
más comunes? Estate muy atento:
1.- Bebes agua y haces pis casi constantemente.
Mucho ojo con esto, porque la sed y la micción frecuentes son dos
síntomas típicos del exceso de azúcar en la sangre. Ten en cuenta que,
cuanto más duro trabajan los riñones para filtrar el azúcar, más
necesidad se siente por ir al baño. La sed es la forma que tu cuerpo
tiene de decirte que necesita reponer los líquidos que está perdiendo.
2.- Te sientes cansado casi todo el rato.
A veces el cansancio es tan grande que necesitas echarte un sueñecito
en mitad del día. Otras veces esta fatiga puede aparecer después de una
comida generosa. El cansancio es otra señal de que la glucosa no está
bajo control. Y es que cuando el azúcar se queda en el torrente
sanguíneo en lugar de transportarse hasta las células del cuerpo, los
músculos no reciben suficiente combustible para producir energía.
3.- La cabeza te da vueltas.
Sentirse mareado es un signo claro de que los valores de glucosa están
más bajos de lo que deberían estar. Y tu cerebro necesita glucosa para
trabajar, así que ya puedes imaginarte lo peligrosas que pueden ser
estas bajadas. En estos casos, un vasito de zumo puede ponerle solución
al problema, aunque si te pasa a menudo, no dudes en acudir al médico.
4.- Se te hinchan las manos y no sabes por qué.
Pues la verdad es que tiene una explicación: la diabetes – a veces
junto a la hipertensión- puede llegar a dañar los riñones, que empiezan a
experimentar dificultades a la hora de filtrar los líquidos. Cuando el
agua se acumula en el cuerpo, las manos y los pies se hinchan. Seguro
que has oído hablar de la nefropatía diabética y sabes que es una buena
faena, así que no hagas la vista gorda con estos síntomas.
5.- Se te duermen los pies o sientes hormigueo.
A veces las personas que experimentan estos síntomas ni siquiera son
capaces de sentir los cambios de temperatura o los dolores, y no se dan
cuenta de que tienen heridas, algo que suele derivar en infecciones.
Otras veces puede ocurrir precisamente al contrario: que se es demasiado
sensible al dolor.
6.- Las heridas tardan mucho en cicatrizar.
Cuando los niveles de glucosa no están controlados, a veces los cortes y
los moratones se curan muy lentamente. Por esto mismo es muy importante
atender a las lesiones, por pequeñitas que sean, e intentar curarlas.
7.- Tienes molestias estomacales.
La diabetes puede llegar a dañar el nervio que ayuda a vaciar el
estómago. Por eso, cuando el estómago no puede vaciarse con suficiente
rapidez, aparecen ciertos problemas como la diarrea o el estreñimiento.
8.- Estás perdiendo visión. Mucho
cuidado con esto. El azúcar en la sangre y la presión arterial alta
pueden llegar a causar retinopatía diabética, que es la principal causa
de ceguera en adultos. Si ves manchas, líneas o luces parpadeantes no
esperes a acudir a tu médico. Que te haga una revisión a fondo.
9.- Pierdes peso y no precisamente porque te lo propongas.
Al contrario: estás perdiendo peso rápidamente y sin que éste sea tu
objetivo. Esta es una clara señal de que el azúcar en la sangre está
demasiado alto. Porque cuando los niveles de glucosa son elevados, el
cuerpo los elimina mediante la orina junto a las calorías y los líquidos
que se consumen.
9.- Coges infecciones con bastante frecuencia. Y
además de distintos tipos. A veces son las encías las afectadas, otras
es la vejiga. Bacterianas y fúngicas. A veces son infecciones
respiratorias, otras en el riñón, e incluso en el oído. Es un fastidio y
además puede ser indicio de algo grave: de que tus niveles de glucosa
están completamente descontrolados.
No
lo dudes ni un momento: si experimentas alguno de estos síntomas debes
acudir al médico cuanto antes. Dejarlo pasar solo servirá para agravar
la situación, y eso no es lo que queremos. Tu médico mejor que nadie
sabrá darte una explicación de lo que te está pasando.